Un artículo de Eduardo Pavlovsky publicado en Página 12 el pasado 22 de noviembre, que pone el dedo en la llaga de "la complicidad civil de un gran sector de la población argentina" con el hambre, dice entre otras cosas:
Es imposible no condenar los crímenes, los robos a que son sometidas las víctimas de la delincuencia y que abarcan las tres clases sociales, familias destruidas, otras que viven en permanente estado de miedo y temor. Nos identificamos con su miedo y su dolor. No podría ser de otra manera. Pero no es disminuyendo la edad de la imputabilidad de los menores de 14 años; como solución final, esto es ingenuo.
Tenemos que recordar que los derechos humanos no pueden quedar sólo asociados en la subjetividad popular al problema de la dictadura y los desaparecidos.
No debe valer más la vida de un desaparecido que la de un niño que muere de hambre, ni de los 27 que mueren por día por causas evitables. La indignación debiera ser la misma, la del joven desaparecido por el crimen de la dictadura y la del niño que muere de hambre en nuestro país.
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