Antes que los barcos trajeran a los europeos, cuando los dueños del sol y de la tierra de esta parte del mundo eran otros rostros y otros sentimientos, nos encontramos con un bello texto sobre la educación de las niñas aztecas: Miguel L. Portilla nos cuenta que el padre nahualt revela a su hija de 6 años los saberes de sus mayores, el sentido de la existencia humana.
“Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen. Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Señor Nuestro, el Dueño del cerca y del junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres. Ahora que ya miras por ti misma, date cuenta. Aquí es de este modo: no hay alegría, no hay felicidad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Por aquí surge, crece el sufrimiento, la preocupación. Aquí en la tierra es el lugar de mucho llanto, lugar donde se rinde el aliento, donde es bien conocida la amargura y el abatimiento. Un viento como de obsidiana s

Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo (http://200.69.2.24/www.pelotadetrapo.org.ar/default.lasso?Capitulo=agenciab&Subcapitulo=archivo&SubSubcapitulo=&load=nota&RecID=4121541215)