martes, 2 de diciembre de 2008

Encuentro anual de promotores de huertas: una ducha de humanidad.

El viernes 14 de noviembre bien temprano, partimos a un encuentro anual de promotores de huertas en Rafaela organizado por el Inta. Fuimos Adrián (14 años) y yo, junto a muchas personas de Santa Fe: huerteros vocacionales, voluntarias del Pami, pequeños productores, un promotor que trabaja en la cárcel de Las Flores, un productor que trabaja con las semillas que él cosecha y conserva.

El viaje fue agradable por la compañía de los técnicos del INTA que se preocupaban por cada detalle.

Nos recibieron en Rafaela con un DESAYUNO ESPLÉNDIDO, todo rico y abundante.



Después participamos de las actividades previstas: presentaciones de los técnicos, charla del director sobre agroecología, luego nos separamos en grupos. Adrián y yo estuvimos en grupos distintos: trabajamos sobre dos consignas, las conclusiones luego fueron puestas en común: Adrián participó en su grupo, escribió la conclusiones en el afiche y pasó al frente, junto a una compañera a leer y explicar las conclusiones. Cabe aclarar que era el más joven de los promotores.


La gente preguntaba, agregaba comentarios todo en un ámbito de enorme respeto y armonía. Se notaba en el aire una cosa cósmica que nos unía a todos…

Segunda parte: almuerzo bajo una enorme arboleda, mesas redondas, manteles blancos. Charla interesante con todo el mundo; establecimos dos relaciones posta para ir a visitar. Por supuesto que la comida... ESPLENDIDA.

Tercera y última etapa de la jornada: intercambio de plantas, plantines, bulbos, rizomas, semillas: todo lo que un huertero que se precie produzca para compartir, y también se convidaba con TORTAS.

¿Qué habíamos llevado nosotros para intercambiar? ¡Semillas de ÑANGAPIRÍ! Provistas por Lili de su planta, ya que como nosotros no habíamos participado nunca no teníamos dimensión de esta actividad que resultó ser fascinante. Toda la buena onda, el conocimiento compartido, la generosidad para entregar y recibir. Fue una ducha de humanidad. Modestia aparte, con el ñangapirí nos apuntamos un poroto. Y trajimos una gran variedad de semillas y bulbos.

Una alegría muy grande fue escuchar a Adrián el sábado, de vuelta al trabajo de la huerta, hablar sobre la importancia de la producción de semillas y pedir herramientas para armar una huerta en su casa. Cambia la mirada, cambia la valoración del tema huerta. Ya no fue sólo la actividad sabatina con los chicos y con dos mujeres adultas que insisten en la organización del trabajo, el encuentro marcó otra dimensión, más importante, más abarcadora.

Si alguien quiere participar el año que viene vaya sabiendo que debe aprender sobre agroecología, riego, etc, y hacer plantines de ñangapirí para el intercambio y torta de chocolate para convidar, porque en Rafaela la huerta y la comida son cuestiones de gran importancia.

¡Hasta la próxima! Cariños, Duli.