viernes, 28 de marzo de 2008

Entre esos tipos y yo...

Poner la tapa
por Carlos del Frade
La Reina del Plata, Buenos Aires, capital de la República Argentina, gobernada por el todavía presidente de Boca Juniors, supuestamente el club más popular del país, tendrá ahora quince mil nuevos contenedores para tirar la basura, serán bajo tierra y con tapas buzón.

Los funcionarios del señor Macri están entusiasmados. Se les nota en sus declaraciones: “Lanzaremos pruebas piloto con nuevos modelos que apuntan a cambiar la costumbre de los ciudadanos y mejorar la limpieza de las calles”, dijo el ingeniero Gustavo Grasso, subsecretario de Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires. Agregó que “los actuales sólo tienen capacidad para 1.200 litros, cuando en ciudades como Barcelona -por ejemplo- son casi tres veces más grandes”, y casi al borde de la euforia relató que “es un diseño más cómodo para los ciudadanos y son ideales para impedir que los cartoneros puedan revolver la basura”. Aunque, dicen los voceros del señor Macri, que “el objetivo es lograr que la gente efectúe la separación domiciliaria así los cartoneros no tienen que hacer ese trabajo”.


En las últimas frases hay una repetición y un sujeto social, colectivo. Los cartoneros. En una de esas oraciones se lee con exactitud que la cuestión es “impedir” que “revuelvan la basura”. Y la otra le tira la responsabilidad a los vecinos para que hagan el trabajo que ahora hacen los cartoneros.

El problema no es la contaminación que produce la basura ni los residuos, el problema para la administración del señor Macri son los cartoneros.

Y como es un problema social, consecuencia de una política económica de exclusión con la que él y su familia vienen enriqueciéndose desde hace décadas, opta por una solución típica: tapar la realidad, de allí que se señalen las virtudes de las nuevas tapas buzón con que contarían estos modernos contenedores.

Una verdadera síntesis de la política del sistema: no se combate la pobreza, se combate contra los pobres y hasta tanto no se los pueda eliminar del todo, se los oculta, se los tapa, se los invisibiliza. Sin embargo hay un misterio encerrado en esos contenedores que parece no estar resuelto por el Señor de Buenos Aires y sus socios. Son miles y miles los que viven de la basura. Familias y familias que se aferran al último escalón del mercado de trabajo informal para no caer en la trampa de la delincuencia que alienta el sistema y sus usinas generadoras de valores antropófagos que son los grandes medios de comunicación.

Lo que no entiende el señor Macri es que los cartoneros tienen una dignidad muy grande. Es esa que los hace trabajar más de doce horas diarias y que rechaza la coartada que le ofrecen de convertirse en delincuentes. No. Ellos eligen trabajar en lo que pueden, en las sobras que le dejan. Es una respuesta moral notable en medio de tanta tilinguería desaforada que sataniza la pobreza y la hace sinónima de delincuencia.

Podrá haber miles de contenedores pero no podrán ocultar la necesidad y la digna respuesta cotidiana de los cartoneros de Capital Federal, de la otrora Reina del Plata.

Esa ética no será vencida.

Ni Macri ni todos sus socios tendrán la fuerza de quebrantar tanta lucha cotidiana.

Las tapas de los nuevos contenedores de Buenos Aires, en realidad, son una prueba más de las consecuencias de un sistema que excluye y tiene en el presidente de Boca a uno de sus principales exponentes.

A ese tipo de personajes, alguna vez, habrá que ponerle la tapa definitiva de la historia popular.

Fuente de datos: Diario Crítica 06-03-08