lunes, 25 de junio de 2007

NI VIRTUD NI PECADO

Uno

Una nena de 5 años está sentada frente a un piano, jugando a componer música. Tiene muchos juguetes, pero en este momento prefiere juguetear con las teclas y con los sonidos que mágicamente salen de ese enorme instrumento. Una breve melodía, “rara” pero bien estructurada empieza a tomar forma. Trata de alguna manera de fijar en un cuaderno su composición. Es lo que ha visto tantas veces hacer a su papá y a su mamá, músicos ambos. Luego le pide a su mamá que le escriba la melodía con notas musicales y que le escriba el título: “Melodía rara”. ¿De grande será compositora o tal vez pianista? No lo podemos saber. Por ahora absorbe y goza de todo lo que recibe de su contexto familiar: música ejecutada en vivo o grabada, buenas lecturas, lindos paseos, poca televisión y un cierto nivel de bienestar y serenidad.

Dos

En el elegante suburbio de Yerba Buena, de la ciudad de Tucumán, los chicos de la villa cercana sueñan con ser ricos y famosos. Pero no juegan al fútbol pensando en Maradona o Messi, sino al golf. Porque ese es el deporte que ven jugar desde que pueden treparse a un árbol para mirar del otro lado del alambrado del campo del Jockey Club. El modelo es un tucumano como ellos: el “Pigu” Romero, que recorre el mundo conquistando torneos y páginas de la prensa especializada. Empiezan mirando, luego a jugar con palos de morera que ellos mismos hacen a golpes de machete y a manejar términos como swing o drive. Una pelotita sale afuera del campo y corren para alcanzarla. El premio puede ser, una propina, la posibilidad de granjearse la simpatía de un jugador, tal vez hasta una caricia o, mejor aún, un palo de golf que su dueño ya no usa. Y así dar un pasito más en la carrera hacia un puesto de caddie. No todos lo logran y tal vez no todos buscan eso. Por ahora juegan a lo que ven a su alrededor.

Tres

Nos llegan comentarios de que afuera de la casa de las Manzanas Solidarias, en Playa Norte, algunas nenas de las que participan de nuestros talleres andan con unas “bolitas” de droga. Alguien de nosotros las encara y resulta ser que es todo un juego. Han “fabricado” cocaína y marihuana con yeso y bosta, y la han puesto en unos paquetitos que dejan tirados en el medio de la calle para ver quien “cae”. Como en los dos casos anteriores, los chicos no hacen más que jugar a lo que el entorno les da o les muestra, como posibilidad, como modelo, como alternativa. Agreguemos que con los mismos pedazos de yeso con el que algunos han jugado a fabricar droga, casi todos se han pasado tardes enteras dibujando espontáneamente sobre una plataforma de cemento que se encuentra cerca de la entrada de nuestra casa.

Cuatro

Adultos que tal vez no quieren asumir su propia parte de responsabilidad, organizan campañas y legislan para “luchar” contra el uso de juguetes que reproducen armas o prohibir su venta. Según ellos, es para educar a los niños a la paz y a la seguridad. Solo una gran dosis de hipocresía o de ignorancia respecto al carácter del juego, puede llevar a esto. Los juegos simbólicos de los niños tienen que ver siempre con cosas del mundo adulto o de la naturaleza (si tienen la suerte de estar en contacto con ella) y no al revés. Si viven en medio de la música jugarán a ser músicos, si ven jugar al golf jugarán al golf, si ven droga jugarán a la droga (a fabricarla o a consumirla), si ven un mundo adulto lleno de armas de todo tipo, donde los gobiernos más progresistas del mundo justifican las intervenciones militares en algunos países en nombre de supuestas libertades democráticas jugarán, con las armas. Si estos adultos que consideran que jugar con armas va a llevar a los chicos a ser violentos fueran coherentes, deberían oponerse también, por ejemplo, a los autitos de juguete, porque podrían inducir a los chicos a la peligrosa idea de, cuando sean grandes, poseer un auto, y por lo tanto contribuir a la contaminación ambiental y a las guerras por el poseso de las reservas energéticas.

Cinco

Un párrafo extraído de Homo ludens, la clásica y cardinal obra de Joahn Huizinga sobre el juego:

“El juego está fuera de la disyunción sensatez y necedad; pero fuera también del contraste verdad y falsedad, bondad y maldad. Aunque el jugar es actividad espiritual, no es, por sí, una función moral, ni se dan en él virtud o pecado.”